Mérida, Yucatán.- Miles de foráneos que fallecieron en Yucatán o yucatecos que murieron en el extranjero, y que en vida expresaron su deseo de materializar aquella famosa canción mexicana de Jorge Negrete que rezaba: “si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”, nunca se enteraron de que ese fue posiblemente el viaje más caro de su vida… y de su muerte.

Porque, en Yucatán, está claro que viajar muerto es tres o cuatro veces más caro -y es un cálculo moderado- que hacerlo vivo e incluso el costo puede multiplicarse si uno va o viene… Veamos…

Llevar de vuelta a la India -su país de origen- al trabajador de un barco que falleció en altamar y que, como marcan los protocolos, fue dejado en el puerto más cercano, que resultó ser Progreso, costó más de 50 mil pesos -cantidad promedio que se paga por llevarlo de la entidad otro país-. Un boleto de avión Cancún-Nueva Delhi puede costar 40 mil pesos...

Pero traer a un yucateco que murió en Estados Unidos, donde hay una colonia grande de paisanos en ciudades como Los Ángeles o San Diego, se tasa entre 10 mil y 15 mil dólares, es decir, entre 200 mil y 300 mil pesos; esto es entre 4 y 6 veces más que si el cuerpo sale de la entidad hacia otro lado del mundo. Un boleto Cancún-Los Ángeles va de los 4 mil a 6 mil pesos por estas fechas.

Y aunque poco se hable socialmente del traslado de cadáveres, las estadísticas revelan que no son casos raros: en promedio, de  cada 10 muertos en la entidad, 2 fueron llevados a otro municipio de Yucatán, a otro estado o al extranjero, según datos del  Registro Civil.

En todo caso, lo más caro de viajar muerto es que a los costos inevitables del proceso final -que es de unos 5 mil pesos según explica Alejandro Espadas Villajuana, presidente de la Asociación de Funerarias de Yucatán- hay que “cargarle” el necesario embalsamado -unos 3 mil pesos-, 600 pesos de permisos legales (salubridad y registro civil) de “traslado de cadáveres” y un pago de entre 10 y 18 pesos por kilómetro recorrido si el ataúd es llevado en carretera.

Ahora que si el último viaje fuera a otro estado o al extranjero, se elimina el costo por kilómetro, pero debe añadirse el cobro de la aerolínea por “subir” el ataúd, que es mínimo de 10 mil pesos, comprar una caja de madera exigida por cuestiones de sanidad y normatividad -es tratado como cualquier otro contenedor de carga- y contratar los servicios de una agente aduanal.

Los deudos deben considerar que, para los viajeros muertos, las aerolíneas tienen una limitante: cuerpo, ataúd y protector (caja de madera) no pueden pesar más de 150 kilogramos para tener “derecho” a volar.

Según la experiencia de la asociación, llevarse un cadáver a cualquier otra parte del Estado o una ciudad cercana, cuesta entre 10 mil y 12 mil pesos; a Tabasco o Veracruz, entre 20 mil y 22 mil pesos, a la Ciudad de México hasta 35 mil pesos; a otro país, el promedio es 50 mil pesos. Como referencia: un boleto a la Cdmx vale mil 800 pesos aproximadamente.

Lo que puede multiplicar los costos de traslado -proceso que sólo pueden realizar dos funerarias, como “remitente” y “remitido” del envío-, son los requisitos que tiene cada país; Espadas Villajuana señala que, por ejemplo, en el caso de Venezuela y Francia, los trámites tiene que hacerse directamente en las respectivas embajadas, en la Ciudad de México.

La mayoría de los yucatecos que, ya fallecidos, son traídos de vuelta para inhumarlos aquí vienen de Estados Unidos, pero han llegado cuerpos de Alemania o Marruecos, por mencionar dos naciones lejanas. Si los familiares sólo pretenden enterrarlos, sin un velorio o exequias aquí, las funerarias les cobran aproximadamente 5 mil pesos, una cantidad mínima si consideramos que el traslado alcanza hasta 300 mil pesos.

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De todo esto, el Registro Civil no lleva un conteo, pero a solicitud expresa elaboró un informe breve de los cadáveres que son trasladados de Mérida a otros lugares; en total, entre enero y octubre, han salido de Mérida 3 mil 169 cuerpos inertes, mil 840 hombres y mil 329 mujeres; la mayoría, el 89 por ciento, (2 mil 821) “se han ido” al interior del Estado; el 11 por ciento (338) llegaron a otra entidad; y menos del 1 por ciento (10) a otra nación.

En Yucatán, entre enero y octubre fallecieron 16 mil 167 personas, o sea, que los 3 mil 169 equivalen a que 2 de cada 10 (el 19.6 por ciento) no fue inhumado en la capital y pasó a formar parte de este universo de muertos viajeros que nunca supieron cuánto realmente costó su última voluntad.

Por supuesto, tampoco se enteraron que, más allá de su última voluntad de “y que me traigan aquí”, les vino como anillo al dedo el estribillo de aquella otra canción mexicana, de José Alfredo Jiménez, “Caminos de Guanajuato”, que reza “no vale nada la vida, la vida no vale nada”… comparada con su muerte.