Por Bernardo Caamal Itzá
Peto, Yucatán.- Los encuentros de saberes y de las semillas, son espacios del pueblo, en donde no deberían intervenir partidos políticos, religiones o de los otros actores que solo ven sus fines netamente comerciales.
La suplantación de los ichkolil wìinko’ob (milperos) está en marcha; hoy día hay empresarios que contratan a personas del pueblo para que realicen su milpa, y ellos pagan para que estos vayan en las organizaciones que realicen las ferias para mostrarse “como milperos”, lo que significa que no nace de esa voluntad genuina, sino que obedece “órdenes del patrón”.
Otros “acarrean” a los milperos en sus centros ceremoniales, en donde hacen ceremonias “new age”, y aparentan mostrar que ellos promueven a la milpa.
En la actualidad se han multiplicado los encuentros de las semillas y se han convertido en “ferias banales” en donde el milpero solo es usado con todo y su semilla para decorar esos “espacios milperos”.
Entre que esto sucede, la fragmentación del tejido comunitario de quienes hacen la milpa o comparten sus semillas, está en marcha.
Hace 20 años que inició estos encuentros las condiciones eran otras; las instituciones que están relacionadas al agro lo veían con desdén, porque para ellos tanto las semillas y la promoción del sistema milpa, no tenía futuro, pero la gran interrogante es que en pleno año 2000 la milpa seguía vigente en gran parte del territorio peninsular y en otras regiones de Mesoamérica.
Ahora, muchas organizaciones “ya voltearon a ver a la milpa”, lo mismo que los investigadores que desean revisar no sólo la genética de los cultivos, sino otros fines extractivos que los milperos no saben.
Urge revisar críticamente la situación de los encuentros de las semillas y de los saberes, si responden a los intereses de quienes lo han promovido a lo largo de los siglos o a los intereses extractivistas con fines netamente económicos y de poder.
Al respecto, comparto fragmento del análisis compartido en el pasado domingo 28 de mayo, en un encuentro milpero realizado en la “Buena Esperanza”, Bacalar, Quintana Roo, por diversas comunidades mayas que promueven la milpa.