Mérida, Yucat.- La posibilidad de que en la mortaja y los entierros de las civilizaciones prehispánicas se usaran técnicas de momificación para la conservación de los cuerpos fue destacada durante los trabajos del III Congreso de Bioarqueología dedicado al estudio mortuorio de Mesoamérica.
Ana Cristina Aguilar Vega, investigadora de de la Escuela de Antropología de la Universidad de Costa Rica, expuso a sus colegas nacionales y extranjeros diversos indicios y testimonios que permiten plantear la hipótesis de que se realizaron procedimientos para mantener en conservación los restos humanos en Mesoamérica y que se extendió a Centroamérica.
Múltiples fueron los tratamientos funerarios en toda la región, entre ellos al reinhumación, reducción de cuerpos (remoción de cráneo, costillas y de huesos largos), descarnamiento, cremaciones, colocación de resinas en los huesos, uso de segmentos óseos para indumentaria, amortajamiento y posiblemente momificación, indicó la investigadora.
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La experta Luisa Vázquez de Ágredos Pascual, de la Universidad de Valencia, mencionó que en los entierros localizados en Yaxunáh, Yucatán, la elevada presencia de sal encontrada en las osamentas sugiere que su uso pudo ser intencionado para favorecer la conservación de los cuerpos.
Aguilar Vega expuso que lugares específicos para la momificación, hornos mortuorios, así como la preparación del cadáver para su conservación en ambientes tropicales fueron descritos por cronistas como Cristóbal Colón.
“Allí vide una sepultura en el monte, grande como una casa y labrada, y el cuerpo descubierto y mirando en ella”, anotó Cristóbal Colón en sus crónicas en 1503 en Cariay, actual zona Atlántica de Costa Rica, planteó la experta costarricense.
En cuanto a la utilización de resinas para la conservación de cadáveres, según se desprende de la información que brindó Colón de los cuerpos “mirrados” y sin mal olor en Cariay, y de las resinas que también se describen como producto de intercambio entre indígenas de Talamaca, changuinas, teribes, dorasques y guaimíes.
Agregó que Fray Agustín de Ceballos mencionó en sus relatos en 1610 la extracción de “caraña”, un licor aromático semejante al copal usado para preservar los cuerpos.
Mencionó el reciente hallazgo en Guanacaste, al norte de la Península del Papagayo de Costa Rica, particularmente en el Jícaro y La Cascabel, localizaron restos humanos en los que se emplearon técnicas de inhumación y de momificación del período Sapoá (800 a 1350 a. de C).
Aludió a expertos franceses en arqueotanatología que determinaron en diversos estudios, uno reciente de 2015, la presencia de un proceso de momificación natural o antrópico en un entierro.
En Panamá, dijo, fue localizado en el cementerio de El Caño, entierros con evidencias de momificación: el individuo principal fue amortajado utilizando resinas calientes luego de ser desecado; algunos de sus acompañantes fueron amortajados y otro grupo de cuerpos fueron colocados sobre un lienzo.
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Fue en Panamá en el año de 1516 cuando el capitán Gaspar de Espinosa inició una expedición en busca del cacique Antatará para apresarlo, pero lo encontró “…disecado, envuelto en mantas pintadas y ataviado con muchas piezas de oro”.
Según el relato de Espinosa, la disecación se realizó mediante calor, hecho que asocia con el hallazgo en 1992de una serie de entierros que fueron encontrados “debajo de un arreglo circular de hoyos ovalados revestidos con piedras angulares y rellenados de arcilla quemada, ceniza y mucho carbón vegetal”, estructuras únicas en Panamá que pudiera ser hornos mortuorios.
Los trabajos del congreso dedicados al estudio mortuorio de Mesoamérica continuarían este sábado en la Facultad de Antropología de la Uady.
(Jesús Mejía/reportero)