Mérida, Yucatán.- Las corridas de toros en Yucatán han “eliminado” algunas suertes de tortura para los toros y, con alguna variantes, intenta que se le reconozca como patrimonio cultural intangible de Yucatán.
El estudiante de la Facultad de Antropología de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), Jorge Luis González Caamal, explica que, por ejemplo, en algunas de las fiestas tradicionales de Yucatán, como la de San José Tzal, el único toro que se sacrifica es el que le ofrece al santo patrono del pueblo, quien motiva la fiesta.
Dice, también, que las banderillas, otro instrumento de “tortura” para el toro según os animalistas, es simplemente una puya que entra y sale sin “afianzarse” como sí lo hacen las que utilizan las corrida de toros “europeas”.
Pero el investigador Iván Vallado Fajardo, del Centro INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) en Yucatán, no ve en la costumbre una razón suficiente para nombrar patrimonio una actividad que “ya no se ajusta” a los tiempos.
Afirma, aunque admite que no hay un estudio al respecto, que las corridas de toros no cuentan con la aceptación de toda la gente de Yucatán y, por tanto, no generan orgullo en los ciudadanos, por lo que no deben considerarse patrimonio.
En febrero pasado, la Unión de Ganaderos de Reses Bravas en Yucatán (Ugrby) anunciaron que iban a presentar ante el Congreso del Estado una iniciativa para fundamentar su petición de que la fiesta brava sea declarada patrimonio cultural local. Hasta ahora, se desconoce el estatus del documento.
Según González Caamal, ha habido una evolución en las corridas tradicionales, que han pasado de ser de “promesas” (los toreros ofrendan algo) a torneos en los que se busca ser el mejor no sólo entre humanos sino entre toros, que en su mayoría no son sacrificados. Sin embargo, se siguen conservando diferentes tipos de “fiesta brava” en Yucatán:
Corrida de promesa
Charlotada
Hanal Toro
Caballitos de Cartón
Vaqueros (torneo de lazo)
En este última es donde ya la lucha no es por matar al toro o lastimarlo sino por vencerlos en artes, y por lo que los vaqueros -ya no tanto, toreros- se ganan dinero por acumular cintas, que representan sus premios.
Dice, además, que la fiesta brava, inmersa en las celebraciones del santo patrono del pueblo, implica no sólo empleos sino artes, como, por ejemplo, el montaje del tablado, o la fabricación de los collares de guirnaldas que se les colocan a los toros de lidia.
Sin embargo, nada de esto justifica que se le quiera denominar patrimonio cultural intangible, en opinión del investigador Iván Vallado, quien, en una síntesis de su ponencia, explica que las corridas de toros, concebidas hace cientos de años, forman parte de otro contexto histórico.
En la época en la que nacieron, la cosmovisión era la de que el hombre, en representación de Dios, se enfrentaba al toro, quien significaba el diablo, en una sociedad agrícola, ganadera y precientífica. Hoy, la sociedad es industrializada, y ha desarrollado la ciencia y la tecnología.
En la actualidad, el torero hace las artes de lidia para lucirse y sacrifica a un animal inocente, por lo que las corridas ya no son “funcionales” en el contexto actual, asegura. Y, en pocas palabras, advierte de que todas esas costumbres que implica esta actividad no son suficientes para nombrarla patrimonio, como no lo es, sólo porque exista, el maltrato escolar o bullying.
El debate se realizó en la mesa denominada “Entre la tradición y la polémica”, como parte del Primer Congreso Interdisciplinario: Pasado, Presente y Futuro del Patrimonio Cultural, que se lleva al cabo en tres sedes diferentes. En este caso, a mesa fue en jornada vespertina de la Pinacoteca “Juan Gamboa Guzmán”.
(EVM)