Mérida, Yucatán.- Andrés, el Cristo de Acanceh, hablaba en su lecho de muerte con Andrés, y le pedía a Dios que le quitara el sufrimiento y, a cambio, él volvería a la cruz, en el Viacrucis más famoso de Yucatán, papel protagónico que había desempeñado por última vez en 2020.

Pero Dios tenía otros planes: Andrés falleció víctima de leucemina, y parecía que aquella promesa se había quedado colgada en el ambiente irrespirable de un hospital. El “Cristo” estaba roto: ¿cómo podía cumplir la manda si su “padre” no había hecho su parte?

El hombre propone y Dios dispone”, reza una frase que quizás Andrés Medina Chalé había olvidado, cuando casi vio morir a su primo también llamado Andrés, de 30 años, de Tekit. Sin embargo, no tardaría mucho en sospecharla cuando vio pasar los días en su pequeña ciudad de corazón tricultural envuelta por la pandemia de Covid-19, sin que el Grupo Renacimiento, en cuyas manos está la representación de la pasión de Cristo cada Semana Santa, pudiera reunirse para organizar el Viacrucis 2021.

Si no había encuentros no había forma de que se eligiera al nuevo Cristo y tampoco que los futuros actores practicaran sus nuevos roles. Para entonces, Andrés Medina había caído en la cuenta de que Dios sí le había quitado a su primo el sufrimiento de la horrible enfermedad que lo aquejaba: era hora de cumplir su manda.

A finales de 2020, el grupo se reunió y acordaron que, ante las circunstancias que impedían nuevamente realizar el Viacrucis como se había hecho hasta 2019, el de 2021 debía ser similar al del año previo: pocos actores, sin público y en un lugar cerrado. Los participantes, salvo unos cuantos más, serían los mismos, incluido el Cristo.

Andrés Medina Chalé ahora, muchos meses después de todos esos sucesos, y en vísperas de la Semana Santa 2021, está convencido de que su vuelta al “camino de la Cruz” no fue sino obra de Dios porque él no sabía que su primo estaba tan grave, ni que tendría que ir al hospital a cuidarlo… y tampoco que iba a morir.

“A mi primo le gustaba mucho que yo hiciera de Cristo, me iba a ver”, recuerda Andrés, y fue por eso que le dijo a su pariente que estaba seguro de que Dios lo iba a curar, para que lo viera nuevamente en el Viacrucis viviente. La promesa estaba hecha.

Cuando se confirmó su vuelta al papel protagónico, Andrés no quiso contárselo a nadie, salvo a su madre, Nancy; tan sólo dejó que su barba y su cabello volvieran a crecer; aunque sus familiares lo sospechaban porque veían su cambio físico, no se los confirmó sino hasta hace unos días y fue un bálsamo incluso para la familia de su primo, sin duda, una respuesta del Señor. Su primo lo iba a ver desde el cielo.

Andrés quizás nunca se dio cuenta, pero con el pasar de los meses, poco a poco, marcado por el tiempo de Dios, que es perfecto, este joven a quien la gente de Acanceh le ha pedido milagros, fue recogiendo los pedazos en que su vida había quedado tras la desaparición de su primo.  La de su familiar fue, sí, una muerte pequeña para él… y su promesa, un pequeña resucitación.

Y así, cuando la imagen de Andrés Medina, quien, como Sansón, ha recuperado la cabellera que le daba fuerza, montado en un burro para escenificar la llegada de Jesucristo a Jerusalén, en el Domingo de Ramos, el 28 de marzo, “cabalgue” sobre el escenario, evocará a aquellas poéticas palabras León Felipe como si el otro Andrés, su primo, se las dijera al oído:

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo pastor.

(Vencidos/León Felipe)