Por Bernardo Caamal Itzá

Peto, Yucatán.- Los abuelos de Sabán, en el municipio de José María Morelos, aún guardan en la memoria el éxodo de sus ancestros que permitió el repoblamiento de esa localidad de la zona maya de Quintana Roo.

El desplazamiento se originó a partir de diversos factores, pero la que más recuerdan los “viejos” de hoy son la falta de alimentos por ausencia de lluvias.

“Debido a la sequía y la falta de cosechas abandonamos Yucatán…”, comparte Benito Dzul Moo, con familia originaria de Xcalakdzonot, Yucatán.

Su breve conversación, charla de amigos y hermanos, nos remonta a unos 70 años atrás. Es la historia que se repite en otras comunidades de esta región de Quintana Roo.

“Nosotros vinimos a Sabán debido a que, en esos años, por estos rumbos se obtenían excelentes cosechas en nuestras milpas…”, retoma el campesino.

Entre anécdotas y relatoría, Benito nos revela vivencias que tuvo de niño al llegar por estos lugares, y de lo que significan los secretos de trabajar la milpa con su familia.

Con esas emociones muy visibles, bosqueja cómo eran estas ciudades antiguas que fueron abandonadas e incendiadas durante el movimiento social maya.

¡Cuánta gente entregó su vida en esta lucha dirigida por la Cruz Milpera!, mientras los mayas vivían en gran parte del territorio peninsular.

En su mayoría, entonces, eran “encasillados” (peones) en las haciendas henequeneras y cañeras.

Los fuereños que llegaban decían “que somos flojos y que no queríamos trabajar la tierra, porque hay mucho monte desperdiciado, y que ellos sí sabían hacerla producir”.

En cambio nosotros –continúa– antes de trabajar pedimos permiso por esa superficie a trabajar, para que los “yuuntsilo’ob” o los dueños del monte alejen a los animales perjudiciales de ahí.

“Del monte, obtenemos la fertilidad de estos suelos, los alimentos, incluso de los animales que enriquecen nuestra dieta; si salimos de esos lugares, donde no había suelos fértiles, debido a la tala desmedida y las lluvias se alejaron. Aquí, en esos tiempos, llovía y había alimentos”.

Ahora parte de esas experiencias vuelven, refiere con temor.

“Nos dicen flojos por no trabajar los montes, entonces, llegan los otros, a talar el monte, y las consecuencias de esa actitud de quienes no conocen la historia y de lo que significa vivir en estas tierras, están por verse cuando el agua escasee, yuum Chàak castigue, los manantiales sagrados que alimentan los cenotes se quedarán sin agua, mientras que la inclemencia de sequía afecte nuestras vidas, tal vez será en ese momento cuando entendamos el papel del monte en nuestras vidas”, vislumbra el milpero.

(LectorMx)