Por María del Mar Boeta
Mérida es una ciudad que crece a pasos agigantados. No sólo demográficamente, sino que también poco a poco se convierte en una urbe cosmopolita.
Desde 2005 ocurrió un “boom” en tema de espectáculos, artistas que jamás creíamos que podían visitarnos –llámese Shakira, Alejandro Sanz, Ringo Star– ya estuvieron por acá e incluso han regresado. Los boletos para sus conciertos son carísimos, realmente caros, pero la mayoría de la gente lo paga.
Sin embargo Mérida ha tenido espectáculos de calidad desde siempre: teatro, cine, espectáculos al aire libre… Sabemos que hay mucho talento residente –no necesariamente de “yucatecos”, lo cual considero que es irrelevante–, pero la gran falla es la difusión y por supuesto el apoyo.
Hoy en 2016, la ciudad está llena de opciones “culturales” –lo ponemos entre comillas porque es una palabra que aunque bien definida siempre es objeto de malinterpretaciones– , para todos los gustos e intereses. El problema es que nadie quiere pagar por ello. Y cuando es gratis, no van porque se considera que no es de suficiente calidad.
Entonces, ¿qué es lo que nos pasa? Qué se necesita hacer para que el mundo nos escuche y diga: ¡Hey, sí es cierto, Mérida es un lugar de muchas opciones para aprender, entretenerse y conocer!
Tal vez es un problema de orientación. El hecho de que podamos pagar $5,000 por un boleto del concierto de Luis Miguel o que participemos en todo tipo de rifas y concursos para ganarlo significa que tenemos dinero o tiempo libre.
Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura en la Ciudad de México, declaró el año pasado a La Crónica de Hoy que “habría que transformar el concepto de consumidor y productor, a una idea donde la sociedad en su conjunto es la creadora de la cultura, donde todos sean productores y consumidores de la misma”, explica.
También añade que se “debe entender nuevos procesos de la idea de cultura, muy diferente a la del siglo XX, donde el Estado era el único creador de las políticas públicas en este sector, proveedor de la cultura y patrocinador del arte”.
Concuerdo totalmente con lo último. Actualmente existe una palabra clave para todos los que quieran dar a conocer su proyecto artístico/cultural: Autogestión. Crean sus propios espacios, su propia publicidad, invierten en sí mismos en un largo trabajo por fomentar la educación de que el músico, escultor, pintor, actor también necesita comer y que su trabajo necesita ser remunerado porque, aunque muchos ciudadanos no lo quieren creer, también es una profesión.
Igualmente hay muchos prejuicios, de ambos lados, sobre las artes. Decir que la ópera, el teatro o los museos no son “para todo público” suele ser un gran limitante porque vuelven la tan mentada “cultura” en algo elitista, cuando no es así.
Ojo: NADIE está obligado a apoyar el talento local porque “es yucateco”, considero que es una percepción equivocada, pero sí hay cierta obligación moral de pagar por lo que nos guste. Entonces, el artista también tiene el compromiso de ofrecer lo mejor para ganarse un lugar y que su proyecto sea cada vez más valorado.
¿Mayor difusión, tal vez? ¿Voluntad? Un trabajo que no podemos dejar únicamente en manos de las autoridades ni culpar a la “ignorancia” de los ciudadanos mexicanos. Mucho menos a la televisión.
Algo estamos haciendo mal en conjunto que nos obliga a perdernos grandes oportunidades de aprendizaje/entretenimiento.