-¿De qué es el dulce rosa?
-Es pan.
-¿No hay ‘Raúl’ en los nombres de las calaveritas?
-Búsquele bien, debe de haber.
-¿No hay más palanquetas de cacahuate?
-Hay de todo joven, ahora se lo pongo en una bolsita.
Es martes 1 de noviembre y el mercado Lucas de Gálvez vive una de sus jornadas más agitadas desde temprana hora. Es de esos días, como la llegada de Semana Santa y la víspera de Nochebuena, en que se convierte en el centro de toda actividad porque es el lugar por excelencia para conseguir los insumos que enmarcan estas festividades.
Los pasillos se llenan de visitantes que llevan hojas de plátano, espelón y bolsas de masa en las manos, tratando de ingeniárselas para comprar las flores y dulces para el altar del Hanal Pixán. Este año el cempasúchil y mano de león dominaban con sus tonos naranja y rojizo los puestos, sin embargo, muchos visitantes pedían aves de paraíso, margaritas o girasoles porque, según confesaron, esos les gustaban a sus seres queridos.
“Sólo es este día, ya mañana la venta es normal”, comenta la encargada de un puesto donde cocadas, palanquetas, mazapanes, calaveritas de azúcar son puestos en bandejas rojas para completar el tercio o decena y pagar $10 o $47. Mientras tanto, en pleno 1 de noviembre pide la ayuda de sus hijas para atender a sus clientes porque a “a veces se juntan más de cinco al mismo tiempo”.
Las tabletas de chocolate, el dulce de papaya y camote también se ofrecen en distintos puntos del mercado grande, aunque los más jóvenes no muestran interés en comprarlos y se concentran con las vendedoras de mazapanes.
“Compro para los difuntos y para mí”, comparte una señora sonriendo.
(María del Mar Boeta)