Hunucmá, Yucatán.- Por vez primera en poco más de cinco siglos, en la ciudad precolombina de Chel se observó el fenómeno arqueoastronómico – calendárico relacionado con el 4 de marzo, fecha de importancia cronológica y agrícola para las culturas mesoamericanas, observando el paso del Sol desde un altar maya.

Especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) confirmaron este acontecimiento registrado en el denominado Grupo E, el tercero en su tipo en el área maya.

Allí, se registran fenómenos arqueoastronómicos relacionados con los equinoccios, solsticios y pasos del Sol en el cenit, así como calendáricos, correspondientes al 4 de marzo y 9 de octubre, construido para la observación del Sol y Venus.

El investigador del Centro INAH Yucatán, Orlando Casares Contreras, afirmó que “el eje central es calendárico, equinoccial, los sacerdotes-astrónomos usaron la astronomía como marcador, es decir, los mayas adaptaron al sol a las necesidades de la población, como un marcador de tipo agrícola”, comentó en entrevista en la zona arqueológica localizada en un terreno privado de San Antonio Chel, comisaría de Hunucmá.

Acompañado de Venus Estrella Cabrera, informó que Chel data del período Preclásico Tardío (100 aC – 200 dC) y el núcleo central del Grupo E corresponde al Clásico Tardío (600-800 dC), cuyos estudios arqueoastronómicos iniciaron en 2002, a cargo del especialista Carlos Alberto Pérez Álvarez (+).

Indicó que el fenómeno arqueoastronómico tiene una relación cronológica, “los estudios demuestran que hay una connotación astronómica en el sitio que tiene que ver más con el calendario, con las fechas del 4 de marzo y 9 de octubre”.

En ambos días, “el Sol está alineado en una fecha que no es astronómicamente relevante, pero que permite sincronizar los movimientos del Sol y de Venus que se relacionan con ciclos agrícolas, lo que le da una mayor funcionalidad en comparación con un equinoccio”.

Para los mayas prehispánicos, la función más importante de la astronomía tenía que ver con los usos de su calendario con la agricultura, abundó.

El espectáculo se aprecia desde el altar ubicado en frente de la estructura principal, denominada Grupo E, por la forma del arreglo arquitectónico, cuando el Sol se filtra en una parte específica del edificio.

Casares Contreras explicó que sólo el cinco por ciento de las estructuras precolombinas mayas están relacionadas directamente con los equinoccios, el resto corresponden a alineaciones establecidas para el 4 de marzo y el 9 de octubre.

Detalló que la relación con el calendario consiste en el número de días que separa un evento del otro, del 9 de octubre al 21 de diciembre, el solsticio de invierno, hay 73 días, y cifra similar de la última fecha al 4 de marzo.

“El 73 es un múltiplo de suma importancia dentro de la cronología y la astronomía maya, tanto para el manejo de los calendarios como los ciclos de Venus”, refirió.

El calendario civil o Haab se puede dividir en cinco partes de 73 días, además 73 períodos de 260 días, duración del año sagrado, denominado Tzolkín, y su relación con Venus radica en que ocho ciclos de esa cantidad equivalen al período sinódico del planeta, de 584 días.

Si hoy observamos a Venus, que está como lucero del atardecer, para el 4 de marzo de 2026 han transcurrido 365 días, el equivalente a 73 por cinco, y si le suma 219 días, es decir, 73 por tres, al planeta se le volverá a ver en la misma posición el próximo 9 de octubre de 2026, resaltó.

“Es el movimiento del Sol el que definirá el tiempo a esperar, el conocimiento de los sacerdotes astrónomos iba más allá de sólo eventos astronómicos, al usar al Sol mismo para fines calendáricos”, añadió.

Tras el arribo al sitio, Casares Contreras y Estrella Cabrera se subieron al edificio más alto del Grupo E, constataron que el Sol salió a las 6:15 horas y en menos cuatro minutos se colocaron en el altar, a unos 50 metros del edificio principal, donde el Sol se filtró, por lo que se corroboró la alineación arqueoastronómica-calendárica.

En resumen citó que existen tres Grupos E similares, con alineaciones arqueoastronómicas: la primera es la de tipo Uaxactún, en Guatemala, la segunda descubierta es la tipo Cenote, en Belice, y la de tipo Chel, en Yucatán.

De acuerdo con el doctor Iván Sprajc, un Grupo E tiene una planta simétrica, con su eje central que corre aproximadamente de este a oeste, desde un templo piramidal en el lado poniente de una plaza hasta el centro de una plataforma alargada que delimita el área al oriente, y se extiende en dirección norte-sur.

En la de tipo Chel, Casares Contreras mostró que enfrente de la plataforma alargada hay tres estructuras, de poca altura, que bien pueden tener una alineación con los equinoccios y solsticios, mientras que en uno de sus extremos, tendría relación con el Sol en el cenit, e incluso, con Venus.

(Didier Madera)