Mérida, Yucatán.- Aunque la idea generalizada sobre la milpa es que es exclusivamente para autoconsumo, una investigación reciente arrojó que una mínima cantidad de campesinos sí logran comercializarlo.

A pesar de que la metodología de la cadena de valor empresarial indica que la milpa no es viable para los campesinos porque les genera mayor costos, el trabajo realizado por la economista Gelsy Guadalupe García Ceh arrojó que sí hay personas que logran recibir una retribución monetaria por él.

Estos resultados son planteados en la tesis “Formación de precios de la cadena de valor Relacionada al consumo de los hogares de Kancabdzonot, Yaxcaba” que recientemente presentó en la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Yucatán.

Gelsy indica que invirtió dos años en la investigación en la que su objetivo fue conocer el precio real del maíz trabajado en la milpa. Para ello utilizó las cadenas de valor empresarial dividiéndolas en transformación, producción y consumo pero también se contempló la parte cultural, como los rituales, para saber cuál es costo real de lo invertido en esas actividades.

“La metodología tenía que adaptarse a las condiciones de la comunidad de Kancabdzonot, así que no utilizamos la del muestreo aleatorio que comúnmente se utiliza e hicimos un mapa caminado de la comunidad, conocimos cada una de las manzanas para saber quiénes seguían trabajando la milpa”, indica Gelsy.

“Nuestra metodología era incidental ya los campesinos nos remitían a otras personas que igualmente trabajaban la milpa y nos dirigíamos a él. Entrevistamos a 64 personas y nos arrojó que existe una mínima cantidad de personas que si logran comercializarla pero no externamente sino a manera de mercado local, dividiéndose en mercado de venta directa y por encargo, porque esas comunidades son muy visitadas”. “Por ejemplo, se vende una ración de comida y se les cobran las tortillas aunque no se tiene el conocimiento de que se está haciendo porque no existe el concepto de competividad, se maneja más por la calidad del producto y el valor cultural”, explica.

“Estos resultados nos dieron una muestra clara de qué precio tiene exactamente el maíz porque lo pasamos por todo el proceso productivo. También obtuvimos el valor de una tortilla, comparándolas con las que se elaboran en las fábricas, y vimos que en las comunidades no piden su precio real si tomamos en cuenta su elaboración artesanal”.

“A pesar de que se pensaba que la milpa no da beneficios a nadie porque no se comercializa, se comprobó que hay un pequeño número de personas que sí lo hacen, tal vez no a nivel macroeconómico pero sí existe. Aunque la aplicación de la cadena de valor comúnmente es para niveles macro, en este trabajo nos arrojó que nos pueden dar estrategias para alternativas de producción”, indica.

Este modelo también puede aplicarse al cultivo de calabaza, los ibes y recientemente fue presentado en la Facultad de Enfermería para enseñar a los alumnos el cálculo de los precios para áreas de salud.

(María del Mar Boeta)