Mérida, Yucatán.- Sacerdotes que sólo “llegan, cobran y se van”, discriminación hacia los indígenas, descuido y lejanía de los problemas de la gente… son solo 3 de las quejas que se escucharon durante el  cierre del I Congreso Pastoral de Pueblos Originarios, que se celebró en la Universidad Marista.

Divididos en grupos de trabajo, entre laicos, sacerdotes obispos, monjas y seminaristas, y decenas de integrantes de etnias, unos 550 asistentes dialogaron sobre la base de la llamada ecología integral, los saberes ancestrales y, prácticamente, una nueva forma de evangelizar.

A la luz y ejemplo de San Juan Diego, el santo indígena mexicano, durante 5 días de trabajo (uno de esparcimiento y sin falta el 7o de descanso, aunque ése ya no fue aquí), los participantes, de 7 diferentes países, acompañados de sus pastores, hablaron de sus “dolores y tristezas”.

…Y también de sus pecados

Por ejemplo, las monjas -que reflexionaron en el grupo de vida consagrada- reconocieron,entre otros “pecados”:

  • Discriminación a las etnias
  • Soberbia de sentir que son las que saben
  • Ignorancia de los documentos eclesiásticos, que muchos veces ni siquiera usan

Fue el grupo más autocrítico a la hora de leer las conclusiones, este viernes por la tarde, en el auditorio universitario, pero también lanzaron una culpa y dejaron ver su resentimiento por el trabajo de los sacerdotes…

“Por lo general somos las religiosas las que hacemos el trabajo comunitario y muchas veces se ve la falta de interés pastoral de los sacerdotes, que llegan celebran, o hacen alguna cosa, reciben la paga y se van”.

Pero también fue el grupo que llevó al extremo la humildad que, reconocieron, se requiere en estos tiempos: “Necesitamos que los pueblos originarios nos evangelicen”

Los demás integrantes de la Iglesia Católica, convocados por la Pastoral de los Pueblo Originarios de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), aunque veladamente, reconocieron algunas culpas.

Ahí está el caso de los seminaristas, quienes reconocieron la necesidad de formarse lejos de “aburguesamiento”, alejamiento de los pueblos originarios y paternalismo y sobreprotección de las etnias. En ese sentido, también admitieron que hay pasividad.

Los obispos, por su parte, fueron de los más escuetos, aunque el arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, durante la semana, ya había alzado la voz contra los grandes interese económicos que están acabando con las culturas en México.

Fue José Armando Álvarez, obispo de Huautla de Jiménez, Oaxaca, una prelatura con cerca del 95 por ciento de población indígena, quien hizo el “mea culpa”, aunque fue en una breve entrevista:

“Hay obispos que quizás no tiene un compromiso más fuerte porque tal vez siente que en su diócesis no hay indígenas (…) Sí tendremos que reconocer nuestra culpa como obispos, del descuido, de la lejanía, muchas veces, de los problemas de la gente.

“Yo creo que tendremos que reconocer cierta mea culpa en muchas de las situaciones en las que no hemos sabido acompañar a nuestro pueblo”.

En la lectura del “Comunicado del I Congreso de pueblos originarios de América Latina” denunciaron el “neoliberalismo como un proyecto de muerte; sus megaproyectos que son formas más modernas y agresivas de despojo, explotación, que destruyen los bienes, los conocimiento ancestrales”.

Después, cada uno de los grupos de trabajo (en el que también hubo de laicos que se subdividieron por regiones)  leyó tanto su “evaluación” de la experiencia del Congreso como sus propuestas, entre las que destacaron:

  • Adentrarse en el conocimiento de la Constitución Política para poder defender los derechos de los indígenas.
  • Respetar los ritos religiosos de los pueblos originarios
  • Traducir a las diferentes lenguas indígenas La Biblia
  • Crear conciencia ecológica para el día a día
  • Ser puentes entre la jerarquía católica y los fieles indígenas
  • Repetir y replicar (a nivel diócesis) el Congreso

Se habló de despojo, de injusticia, de indolencia, de abuso, de violaciones a derechos humanos, pero en especial de la pérdida de valores y de saberes ancestrales, que está acabando con la tierra, lugar de vida y trabajo de los pueblos originarios.

De acuerdo con las conclusiones de los obispos, el “gran ausente” de los “dolores y tristezas” del Congreso fue el tema del narcotráfico, del que apenas se habló, pero que tiene un fuerte impacto en la vida de las comunidades indígenas.

El Congreso también sirvió como preámbulo de la organización que durante 13 años llevaran a cabo para celebrar el 500 aniversario de la aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, al indígena Juan Diego.